Para el cardenal prohibido ha finalizado la cuarentena
Un congreso ha roto el silencio sobre Jean
Daniélou, uno de los más grandes teólogos del siglo XX. El misterio de
su muerte. La hostilidad de sus hermanos jesuitas. La entrevista que no
le perdonaron
por Sandro Magister
ROMA, 11 de mayo de 2012 – "Ventanas
abiertas al misterio": éste es el título del congreso con el que hace
dos días la Pontificia Universidad de la Santa Cruz ha roto el silencio
sobre uno de los mayores teólogos del siglo XX, el francés Jean
Daniélou, jesuita, creado cardenal por Pablo VI en 1969.
Un silencio que duró casi cuarenta años y que comenzó con su fallecimiento en 1974.
En
efecto, el recuerdo de Daniélou se reduce hoy, para muchos, al misterio
de su muerte por infarto, una tarde de mayo, en la casa de una
prostituta, en el cuarto piso de rue Dulong 56, en París.
Cuando
en realidad el verdadero misterio sobre el cual Daniélou abrió las
ventanas para muchos, en su actividad de teólogo y hombre espiritual, es
el del Dios trinitario. Una de sus obras más importantes tuvo por
título: "Ensayo sobre el misterio de la historia". Una historia no
gobernada por la casualidad, ni por la necesidad, sino que está llena de
las "magnalia Dei", las grandiosas maravillas de Dios, una más
asombrosa que la otra.
Hoy son pocos los libros de su autoría que
están todavía a la venta, y sin embargo son todavía de extraordinaria
riqueza y frescura. Son simples y sin embargo profundísimos, como pocos
teólogos han sabido redactarlos en el último siglo, además de él y de
ese otro campeón de la claridad que tiene por nombre Joseph Ratzinger.
Daniélou
acompaña al actual Papa en la estructuración histórica más que
filosófica de su teología, en el conocimiento competente de los Padres
de la Iglesia (uno, enamorado de Gregorio de Nisa; el otro de Agustín de
Hipona), en el rol centralísimo dado a la liturgia.
Daniélou,
junto a su hermano jesuita Henri De Lubac, fue el genial iniciador en
1942 de esa colección de textos patrísticos denominada "Sources
Chrétiennes" [Fuentes Cristianas] que ha signado el renacimiento de la
teología en la segunda mitad del siglo XX y que ha preparado lo mejor
del Concilio Vaticano II.
En síntesis, es un autor que hay que redescubrir totalmente.
Pero debe diluirse también lo brumoso de su muerte y de la taciturna descalificación que le siguió.
Mimì
Santoni, la prostituta, lo vio caer de rodillas con el rostro en tierra
antes de expirar. Para ella "fue una bella muerte para un cardenal". Él
había ido a llevarle dinero para pagar un abogado capaz de sacar de la
prisión a su esposo. Fue la última de sus obras de caridad realizadas en
secreto, a favor de personas despreciadas y necesitadas de ayuda y
perdón.
Los jesuitas hicieron investigaciones arduas, para
conocer la verdad. Comprobaron su inocencia. Pero de hecho envolvieron
el caso en un silencio que no alejó las sospechas.
La ruptura
entre Daniélou y sus otros hermanos jesuitas de París y de Francia fue
efectivamente el verdadero origen del olvido en que cayó este gran
teólogo y cardenal.
Una ruptura que fue anterior a su muerte al menos dos años antes.
En
efecto, desde 1972 Daniélou no habitaba más en la casa de "Etudes", la
revista cultural de avanzada de los jesuitas franceses, donde había
vivido durante décadas. Se había trasladado a un convento de monjas, las
Hijas del Corazón de María.
Lo que precipitó la batalla fue una
entrevista realizada a Daniélou en la Radio Vaticana, en la que criticó
con dureza la "decadencia" que devastaba a tantas órdenes religiosas
masculinas y femeninas, a causa de "una falsa interpretación del
Vaticano II".
La entrevista fue leída como una acusación lanzada
contra la misma Compañía de Jesús, cuyo general era en esa época el
padre Pedro Arrupe, quien también estaba a la cabeza de la Unión de los
Superiores Generales de las Órdenes Religiosas.
El jesuita Bruno Ribes, director de "Etudes", estuvo entre los más activos en hacer tierra arrasada en torno a Daniélou.
Las
posiciones de los dos se habían vuelto antitéticas. En 1974, el año de
la muerte de Daniélou, Ribes mostró a "Etudes" en desobediencia abierta
respecto a la enseñanza de la encíclica "Humanae Vitae" sobre la
anticoncepción.
Y colaboró con otros teólogos "progresistas" –
entre los cuales estaban los dominicos Jacques Pohier y Bernard
Quelquejeu – en la redacción de la ley que en ese mismo año
introdujo el aborto libre en Francia, con Simone Veil como ministro de
salud, Valéry Giscard d'Estaing como presidente y Jacques Chirac como
primer ministro.
Al año siguiente, en 1975, el padre Ribes dejó
la dirección de "Etudes". Posteriormente abandonó primero la Compañía de
Jesús y luego la Iglesia Católica.
Aquí presentamos a continuación la entrevista que hizo que Daniélou fuese prohibido.
A
cuarenta años de distancia, la decadencia de las órdenes religiosas
denunciada en esa entrevista está activa todavía, como lo prueba en
Estados Unidos los acontecimientos suscitados en torno a la "Leadership
Conference of Women Religious":
> Diario Vaticano / El Santo Oficio castiga a las hermanas americanas (30.4.2012)
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"LA FUENTE ESENCIAL DE ESTA CRISIS..."
Entrevista al cardenal Jean Daniélou en la Radio Vaticana, 23 de octubre de 1972P. – Eminencia, ¿existe realmente una crisis de la vida religiosa y puede dimensionarla?
R.
– Pienso que hay actualmente una crisis muy grave de la vida religiosa y
que no se debe hablar de renovación, sino más bien de decadencia.
Pienso que esta crisis golpea sobre todo al área atlántica. Europa del
Este y los países de África y de Asia presentan respecto a esto una
mejor salud espiritual. Esta crisis se manifiesta en todos los ámbitos.
Los consejos evangélicos no son considerados ya como consagración a
Dios, sino que son vistos en una perspectiva sociológica y psicológica.
Nos preocupamos por no presentar una fachada burguesa, pero en el plano
individual no se practica la pobreza. La dinámica de grupo sustituye a
la obediencia religiosa; con el pretexto de reaccionar contra el
formalismo, se abandona toda reglamentación de la vida de oración y las
consecuencias de este estado de confusión son ante todo la desaparición
de las vocaciones, porque los jóvenes reclaman una formación seria. Por
otra parte, hay numerosos y escandalosos abandonos de religiosos que
reniegan del pacto que los ligaba al pueblo cristiano.
P. – ¿Puede decirnos cuáles son, a su parecer, las causas de esta crisis?
R.
– La fuente esencial de esta crisis es una falsa interpretación del
Vaticano II. Las directivas del Concilio eran clarísimas: una más grande
fidelidad de los religiosos y de las religiosas a las exigencias del
Evangelio expresadas en las Constituciones de cada instituto y al mismo
tiempo una adaptación de las modalidades de estas Constituciones a las
condiciones de la vida moderna. Los institutos que son fieles a estas
directivas conocen una verdadera renovación y tienen vocaciones. Pero en
muchos casos se sustituyen las directivas del Vaticano II con
ideologías erróneas puestas en circulación por revistas, por congresos y
por teólogos. Entre estos errores se pueden mencionar:
- La
secularización. El Vaticano II ha declarado que los valores humanos
deben ser tomados en serio. Jamás ha dicho que nosotros ingresemos en un
mundo secularizado, en el sentido que la dimensión religiosa ya no ha
de estar presente en la civilización, y es en el nombre de una falsa
secularización que religiosos y religiosas renuncian a sus hábitos,
abandonan sus obras para insertarse en las instituciones seculares,
sustituyendo la adoración a Dios por las actividades sociales y
políticas. Entre otras cosas, esto va a contramano en lo que se refiere a
la necesidad de espiritualidad que se manifiesta en el mundo de hoy.
-
Una falsa concepción de la libertad que lleva consigo la
desvalorización de las Constituciones y de las Reglas y exalta la
espontaneidad y la improvisación. Esto es tanto más absurdo en cuanto la
sociedad occidental sufre actualmente por la ausencia de una disciplina
de la libertad. La restauración de reglas firmes es una de las
necesidades de la vida religiosa.
- Una concepción errónea de la
mutación del hombre y de la Iglesia. Aún cuando los contextos cambian,
los elementos constitutivos del hombre y de la Iglesia son permanentes,
por eso es un error tremendo cuestionar los elementos constitutivos de
las Constituciones de las órdenes religiosas.
P. – ¿Pero usted ve que hay remedios para superar esta crisis?
R.
– Pienso que la solución única y urgente es la de detener las falsas
orientaciones que se difunden en un cierto número de institutos. Para
esto es necesario detener todas las experimentaciones y todas las
decisiones contrarias a las directivas del Concilio; poner en guardia
contra los libros, las revistas y los congresos en los cuales son
puestas en circulación estas concepciones erróneas; restaurar
íntegramente la práctica de las Constituciones con las adaptaciones
pedidas por el Concilio. Allí donde esto parece imposible, me parece que
no se puede rechazar a los religiosos que quieren ser fieles a las
Constituciones de sus órdenes y a las instrucciones del Vaticano II de
constituir comunidades distintas. Los superiores religiosos están
obligados a respetar este deseo conciliar.
Estas comunidades
deben estar autorizadas y deben tener casas de formación. La experiencia
mostrará si las vocaciones son más numerosas en las casas de estricta
observancia o en las casas de observancia mitigada. En caso que los
superiores se opongan a estos pedidos legítimos, está ciertamente
autorizado recurrir al Sumo Pontífice.
La vida religiosa está
llamada a un grandioso futuro en la civilización técnica: cuanto más se
desarrolle ésta, más se hará sentir la necesidad de la manifestación de
Dios. Este es precisamente el propósito de la vida religiosa, pero para
cumplir con su misión es necesario que ella reencuentre su auténtico
significado y rompa radicalmente con una secularización que la destruye
en su esencia y le impide atraer vocaciones.
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Para
mayores detalles sobre la figura de Daniélou y sobre las vicisitudes
que precedieron a su muerte, ver el artículo de Jonah Lynch en
"Avvenire" del 8 de mayo de 2012:
> Daniélou, la verità usurpataDon Lynch es vicerrector, en Roma, de la Fraternidad San Carlos Borromeo, la cual prepara sacerdotes destinados a las misiones.
Junto
a la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, la Fraternidad San Carlos
Borromeo promovió la jornada de estudios sobre Daniélou, llevada a cabo
el 9 de mayo.
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Pour d'autres informations et commentaires, voir le blog que tient Sandro Magister, uniquement en italien:
> SETTIMO CIELO__________
Traducción en español de
José Arturo Quarracino, Buenos Aires, Argentina.
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11.5.2012